martes, 6 de octubre de 2015

MI CASA

Muchos días me siento como si estuviera en tierra de nadie. Escribo a mi aire, sin centrarme en un solo género, siguiendo los pasos de las palabras que acuden a mí y no forzándome a transitar siempre por el mismo sendero. Al final creo que me he perdido. Concentrada en mis pasos, al levantar la vista me he dado cuenta de mi soledad.

Estoy en medio de la nada.

Acompañada solo por mis palabras.

He decidido salir a pasear. A observar con calma cómo las nubes se movían por el cielo de mi bosque, empujadas por el mismo viento que mecía esta tarde las ramas de los árboles, acariciando mis mejillas. He escuchado su susurro entre las copas y el canto de las aves. A lo lejos, si me esforzaba un poco, el sonido inconfundible de una carretera secundaria. Y entre todo esto, silencio. Paz.

Al cerrar los ojos e inspirar con fuerza, el olor a tomillo me ha invadido. La tierra, mojada por la tormenta de esta noche, se ha colado por mi nariz. He rozado con los dedos otro arbusto aromático y al acercarlo a mi cara he sentido la fuerza de la lavanda. Los olores me han transportado a mi infancia. A otro bosque, a otros pinos, a la compañía de mi padre en tantos y tantos otoños buscando setas. Faltaban las jaras de mi tierra, en este bosque que ahora es mi casa no hay, pero no las echo de menos. Nunca me gustaba que me pringasen el abrigo. Faltaba él, a quien siempre extraño, pero sentía que caminaba conmigo. Que, sin hablar, hablábamos.

Como hago cuando escribo.

He pensado en esto, en lo que me impulsa a sentarme delante de un teclado y empezar conversaciones imaginarias que acaban en historias inventadas.

Tal vez siempre lo he sabido. Es mi música. Es mi piano. Las palabras son las notas que toco, siempre en sinfonías improvisadas. Diferentes cada vez, buscando que expresen lo que siento muy dentro. Tal vez por eso no me centro, porque no todos los días somos los mismos.

Quizá no es tan malo estar sola.

Quizá no sea importante ser distinta.

En realidad, mientras tenga mis palabras, mi música, mi bosque, mis pinos, mi olor a tomillo y a lavanda, mis recuerdos de infancia, no me hará falta nada más.

Mi casa soy yo.