lunes, 14 de noviembre de 2016

LO MALO DE SOLO HABLAR DE LO BUENO


Un día mi editora me comentó lo incómodo de mi posición. Estoy en medio de la nada, teniendo un blog en el que se hacen reseñas, y además escribiendo. Me coloca en un limbo donde apenas hay gente, en una postura que puede ser incómoda vista desde fuera. Le dije que no lo sentía así, porque solo hablo de los libros que de verdad me apetece comentar, que nunca destrozo el trabajo de otra persona porque yo, mejor que nadie, sé del esfuerzo que supone sentarte durante mucho tiempo a tramar una historia como para que venga alguien y en unas cuantas líneas lo tire todo por tierra.

Por mucha razón que lleve, por bien que pueda argumentar dónde encuentro fallos.

Por eso me centro en reseñas positivas, pero hoy me he dado cuenta de la otra interpretación que se le hace a esto. “Tú no me reseñas, luego no te ha gustado”. Y eso, que parece un silogismo de filosofía básica, no es cierto en todos los casos, porque se pueden dar infinidad de circunstancias por las que no me siento a escribir nada de un libro.

Un ejemplo: la falta de tiempo.

Es mío, y si acabo de terminar un libro y me embarco en otras cuestiones, pasa el tiempo y dejo correr una posible reseña. Total, es mi blog, no es referente, no soy ninguna influencer como para preocuparme. Me lo he comprado yo con mi dinero y no tengo que rendirle cuentas a nadie sobre si hago o no hago.

Otra: que no me apetezca, aunque me haya gustado mucho.

Este fin de semana he terminado un libro que me ha gustado mucho: El peso de los muertos. No habrá reseña porque me senté y no se me ocurría qué contar, así que lo voy a dejar correr. ¿Significa que no me ha llenado? En absoluto, pero no sé qué aportar con mi análisis, ni siquiera a mí misma, y no lo voy a hacer.

Más razones: que no me haya terminado de convencer.

Tampoco lo reseñaré, porque seguro que lo voy dejando, intentando encontrar la manera de decir las cosas que sea lo más constructiva posible y… al final se cruzarán mil historias y el libro quedará perdido en el limbo de los que se me escapan sin reseñar.

Otra más: que no lo haya leído.

Y diréis, pues normal, si no has leído un libro cómo puñetas te vas a poner a reseñarlo (y entonces me da la risa cuando me acuerdo de las cientos de veces que veo reseñas publicadas en las que me juego lo que queráis a que no se ha hecho una lectura del libro). No entro en por qué se hace eso, por qué se copia de otros blogs, cuando este no es un trabajo que se tenga que hacer. Ni siquiera es un trabajo escolar del que dependa una nota, así que…  Pero yo no lo haré. No reseño ni opino sin leer.

La última, que en realidad es la primera: que no me haya gustado.

Tengo todo el derecho del mundo a pasarlo por alto, ¿no es cierto? Hay libros que no me han gustado nada de nada y ahí se han quedado, en mi privacidad, porque no tengo derecho, creo, a condicionar la futura lectura que quiera hacer alguien de ellos. Todos, los libros pueden tener lectores, porque todos los lectores somos diferentes. Incluso cada uno podemos vivir el libro de modo diferente según lo que nos esté pasando en ese momento.

Esto viene a cuento de algo de lo que me he enterado y que me ha hecho reír (por no llorar). Cosas de la vida, he sabido que tengo a alguna persona resentida porque no hice en su día reseña de su texto. Como es mejor siempre echar mierda sobre los demás que reconocer lo propio, ha preferido decir que yo me enfadé porque no hizo reseña de uno de mis trabajos. Dándole la vuelta de manera conveniente a un argumento un poco endeble.

¡Qué poquito me conoce!

No he pedido un comentario ni una reseña jamás, es más, he regalado montones de ejemplares digitales de mis libros y siempre digo lo mismo: no existe un compromiso de reseñarlo. Si lo regalo, es porque me da la gana,  pero no para obtener nada a cambio. Igual que no vendo mi criterio. ¿Cómo os sentiríais si os recomendase un libro que no me ha gustado? Que no, que no lo pienso hacer, que encima se me nota un montón.

Que las reseñas que hago son sinceras y, sobre todo, para mí misma, y que no estoy buscando nada a cambio de nadie.

¿Lo necesito como autora?

Pues igual sí, porque hay mucha gente que después de casi nueve años con el blog y seis publicando ni tienen ni puñetera idea de quién soy, pero es que me da lo mismo. Ya llegarán los lectores que tengan que llegar y se quedarán lo que se quieran quedar.


El camino, el que sea, lo pienso hacer, sobre todo, con la verdad por delante.